miércoles, 29 de febrero de 2012

Deberíamos compartir historias

El avión despegó conmigo totalmente frito en el asiento, babeando y con un principio de tortícolis por el anormal ángulo de mi cuello. Cuando desperté, la azafata bramaba por megafonía que había turbulencias y que por favor nos pusiésemos los cinturones de seguridad. Para amenizar los baches entre nubes, me saqué mi librito de la mochila y empecé a leer.
Habría avanzado apenas medio capítulo cuando noté que el pasajero de mi derecha estiraba el cuello hacia las páginas con curiosidad. Ahí se quedó un buen rato, leyéndolas palabra por palabra.
No es que me importase, se trataba de un buen libro y me sentía orgulloso de exhibirlo. Observé al hombre de reojo. Bien vestido, pelo engominado, reloj centelleante. Distraído estaba en evaluarlo, cuando el tipo alargó un brazo con parsimonia y pasó la página de mi libro. Luego siguió leyendo.
-Oiga, ¿pero qué hace?-dije boquiabierto.
El pijo levantó la vista del papel muy lentamente, como si quisiera acabar de leer una frase hasta el punto.
-¿A ti qué te parece?-su voz era repelente y aterciopelada.
-Pues... ¿que acaba de pasar la página de mi libro?
-Bueno, ¿y?
-Que éste es MI libro.
-El libro es tuyo, pero la historia que contiene no.
-¡Pero tendrá cara...!
-¡Tendrás cara tú!-el hombre me señaló con un dedo acusador, y varias cabezas se giraron de sus asientos para mirarnos- Tendrás cara tú. ¡Te piensas que puedes hacer esa historia tuya! ¿Qué te crees, el autor de la novela? La historia la escribió un hombre que quería que todos la leyésemos, la historia es de todos. Y por lo tanto, hay que compartirla.
 Yo había enmudecido en mi asiento, sin saber qué contestar. Al fin, dije:
-Bueno, ¿y cómo lo hacemos?
-Muy sencillo. El primero que acabe la página pasa la siguiente.
Lo pensé un momento. Parecía bastante razonable.
-Está bien.
Y dicho esto, ambos bajamos la cabeza hacia el libro, sumergiéndonos en una carrera a contrarreloj. En ocasiones, veía que el pijo me estaba ganando y fingía haber terminado para pasar la página. Me perdía algunas partes significativas, pero al menos le iba ganando a aquel pedantón.
Daba gusto compartir historias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario